viernes, enero 27, 2006

Mis 5 hábitos más desesperantes

Tenía tan, pero tan abandonado mi blog que ni siquiera las cadenas (que en general eludo) me llegaban. Pero mi incondicional Karen me envió ésta y siento que dio en el clavo, pues tengo tantos hábitos extraños que a los siete años mis papás me llevaron a la psicóloga pensando que sufría de algún desorden compulsivo (su evaluación no arrojó nada anormal, pero siempre he tenido mis dudas...) Ahora, el único problema que tengo con esta cadena es que casi todos los bloggers que conozco ya la han publicado. Mi duda es: ¿qué penas del infierno caerán sobre mí si rompo esta cadena? ¿Me pondré aún más maniática? ¿Una fuerza extraña me impedirá hacer algo que declare acá?). Tendré que correr el riesgo.

Parto explicando como funciona este juego. El primer jugador (¿cómo se les ocurren ideas tan extrañas?) inicia su mensaje con el título "5 extraños hábitos tuyos". Las personas que son invitadas (el resto de los maniáticos que deambulan por la red) a escribir un mensaje en su respectivo blog a propósito de sus extraños hábitos, deben también indicar claramente este reglamento (por si alguien es lento y le cuesta entender de qué se trata la cosa). Al final, tienes que escoger a 5 nuevas personas (lo que yo creo que no voy a poder hacer, por llegar al último), listándolos con los respectivos links a sus blogs. No hay que olvidar dejar un comentario en los blogs de las víctimas, diciendo algo así como: "Has sido elegido" y los invitas a leer el tuyo.

Ahora parto declarando mis peores hábitos (dentro de los confesables, por cierto):

1. Hacer listas. No me había dado cuenta qué tan arraigada tengo esta costumbre hasta que empecé a pensar en ella. Me imagino que producto de mi caos mental y difusión absoluta, necesito ordenar mis pensamientos, tareas y prioridades. Entre ayer y hoy en la mañana ya hice la lista de lo que debo dejar terminado en la pega antes de salir de vacaciones, de los útiles que debo comprar para las niñas en el colegio, de las tías del jardín infantil a las que quiero comprarles un presente, de los trámites pendientes para la casa, de lo que necesito comprar para la casa nueva y.. (mejor no sigo). Ha llegado a tanto mi especialización (gracias a la Palm que me regaló Richo) que ya puedo ordenar mis listas por categorías, fechas de término y prioridades. Y debo reconocer que el placer que me produce cada vez que marco alguna tarea como completada es enorme. De hecho, me acabo de dar cuenta que ésta... ¡es una lista!

2. Ordenar: No soporto el desorden. Si mi escritorio o mi dormitorio no están en armonía, con todo en su lugar, simplemente me descontrolo. Sólo saber que todo está bien ubicado me da una paz enorme (eso incluye puertas de clóset bien cerradas, colchas estiradas, ropa recogida, jardín desmalezado, y un largo etcétera). Últimamente me justifico a través del Fen Shui: a lo mejor soy demasiado sensible al caos que el desorden de mi casa produce en el universo. (Já)

3. Contar: (A este paso, creo que quien me lea pensará internarme de inmediato en una clínca para obsesivos compulsivos). Me gusta saber la cantidad de escalones que tiene una escalera, cuántas cuadras de distancia hay camino a alguna parte, cuántos pasos hay desde el paradero de micros hasta mi casa, cuántos minutos tardo en hacer mi lista de pendientes, cuántas cerámicas hay en el baño de la oficina. No lo cuento todo, y tampoco responde a una regla estable, pero regularmente me sorprendo con el "uno, dos, tres..." en cualquier lugar y circunstancia (menos en ésa, hasta ahora!!)

4. Eliminar: Yo creo que va íntimamente ligada a mi manía por el orden pero está tan arraigada que merece ir en un punto aparte. A diferencia de amigas mías que guardan todos sus recuerdos, ropa-por-si-se-usa-de-nuevo, revistas y todo de todo, yo arrasaso cual tifón cada cierto tiempo. Los calcetines no se surcen, la ropa no se repara, lo que no se usó el año pasado ya no sirve, lo que no se leyó en el último semestre ya es pasado, y así voy llenando muchas bolsas con lo que encuentro en clósets, cajoneras, baúles y libreros. Muchas veces Richo ha bromeado diciendo "cuando le dan sus ataques de limpieza, mejor arranco; no vaya a quedar yo mismo dentro de sus bolsas de basura". Eso sí, nada, nada va a la basura literalmente. Todo queda con nuevo dueño o destino. Los más agradecidos con estas incursiones son: el jardín infantil de la Fernanda, que queda completamente aperado de juguetes, ropa para disfraces, útiles para manualidades y máquinas para desarmar y trajinar; la Daniela, que queda con cajas y cajas de cosas para vender o permutar en la Feria de las Pulgas de su colegio; todas las instituiciones que reciclan algún material (vidrio, papel de diario, papel blanco, botellas plásticas, cajas tetra pack, latas de bebida son debidamente clasificadas y depositadas en sus contenedores correspondientes, que, obviamente, conozco de memoria) y, por supuesto, yo. Después de cada "ataque" quedo en paz y tranquilidad. Como nueva.

5. Ser "María Ester": Este último hábito no sé si es muy exasperante, pero merece de todas maneras entrar en esta lista: No estoy totalmente vestida si no complemento mi atuendo con aros, collares, anillos, lo que sea. Tengo cofres llenos de joyas (no me crean millonaria, el 99% de ellas provienen de las ferias artesanales desde Coquimbo hasta Puerto Montt) y mi hija mayor, esposo, amigas y hasta yo misma estamos siempre surtiéndolo con nuevas adquisiciones. Yo no soy yo si no tengo un anillo entretenido, unos aros saltando, un lindo collar en el cuello. Puedo usar años el mismo anillo (como el de mi abuela, que casi nunca me saco, o el de matrimonio) o cambiar diariamente de cadenas, collares y aros. Considerando mi alma gitana, mis amigas me apodaron "maría ester", en honor a la ex Directora del Trabajo, María Ester Feres, quien se hizo famosa por sus entretenidas combinaciones y accesorios. Ídola.

La lista podría seguir casi interminablemente. Pero la dejo aquí, Por ahora.