martes, febrero 07, 2006

Sentir con la "guata"


No quiero seguir con la polémica de si es justo o no el precio o el proceso de compra de las entradas para el próximo recital de U2. Tampoco si el grupo va de subida o viene de bajada. Si son mejores o peores que sus teloneros. Ni siquiera si Bono ganó más puntos o perdió cuando empezó a codearse con Bush y Blair.

En este momento sólo sé lo siguiente: en lo más profundo del cajón de mi velador aguardan las dos entradas para el domingo 26. Y costaron angustia y mucha espera. Y si ahora, al escuchar el comienzo de City of Blinding Lights, me emociono, se me eriza la piel y se me aprieta la garganta, no quiero ni pensar todo lo que me va a pasar cuando los escuche y vea en vivo. Porque hay cosas que creo que es mejor no racionalizarlas ni pensarlas tanto, sólo sentirlas. Yo me quedo con mis mariposas en la "guata". No me importa nada más ahora.

viernes, enero 27, 2006

Mis 5 hábitos más desesperantes

Tenía tan, pero tan abandonado mi blog que ni siquiera las cadenas (que en general eludo) me llegaban. Pero mi incondicional Karen me envió ésta y siento que dio en el clavo, pues tengo tantos hábitos extraños que a los siete años mis papás me llevaron a la psicóloga pensando que sufría de algún desorden compulsivo (su evaluación no arrojó nada anormal, pero siempre he tenido mis dudas...) Ahora, el único problema que tengo con esta cadena es que casi todos los bloggers que conozco ya la han publicado. Mi duda es: ¿qué penas del infierno caerán sobre mí si rompo esta cadena? ¿Me pondré aún más maniática? ¿Una fuerza extraña me impedirá hacer algo que declare acá?). Tendré que correr el riesgo.

Parto explicando como funciona este juego. El primer jugador (¿cómo se les ocurren ideas tan extrañas?) inicia su mensaje con el título "5 extraños hábitos tuyos". Las personas que son invitadas (el resto de los maniáticos que deambulan por la red) a escribir un mensaje en su respectivo blog a propósito de sus extraños hábitos, deben también indicar claramente este reglamento (por si alguien es lento y le cuesta entender de qué se trata la cosa). Al final, tienes que escoger a 5 nuevas personas (lo que yo creo que no voy a poder hacer, por llegar al último), listándolos con los respectivos links a sus blogs. No hay que olvidar dejar un comentario en los blogs de las víctimas, diciendo algo así como: "Has sido elegido" y los invitas a leer el tuyo.

Ahora parto declarando mis peores hábitos (dentro de los confesables, por cierto):

1. Hacer listas. No me había dado cuenta qué tan arraigada tengo esta costumbre hasta que empecé a pensar en ella. Me imagino que producto de mi caos mental y difusión absoluta, necesito ordenar mis pensamientos, tareas y prioridades. Entre ayer y hoy en la mañana ya hice la lista de lo que debo dejar terminado en la pega antes de salir de vacaciones, de los útiles que debo comprar para las niñas en el colegio, de las tías del jardín infantil a las que quiero comprarles un presente, de los trámites pendientes para la casa, de lo que necesito comprar para la casa nueva y.. (mejor no sigo). Ha llegado a tanto mi especialización (gracias a la Palm que me regaló Richo) que ya puedo ordenar mis listas por categorías, fechas de término y prioridades. Y debo reconocer que el placer que me produce cada vez que marco alguna tarea como completada es enorme. De hecho, me acabo de dar cuenta que ésta... ¡es una lista!

2. Ordenar: No soporto el desorden. Si mi escritorio o mi dormitorio no están en armonía, con todo en su lugar, simplemente me descontrolo. Sólo saber que todo está bien ubicado me da una paz enorme (eso incluye puertas de clóset bien cerradas, colchas estiradas, ropa recogida, jardín desmalezado, y un largo etcétera). Últimamente me justifico a través del Fen Shui: a lo mejor soy demasiado sensible al caos que el desorden de mi casa produce en el universo. (Já)

3. Contar: (A este paso, creo que quien me lea pensará internarme de inmediato en una clínca para obsesivos compulsivos). Me gusta saber la cantidad de escalones que tiene una escalera, cuántas cuadras de distancia hay camino a alguna parte, cuántos pasos hay desde el paradero de micros hasta mi casa, cuántos minutos tardo en hacer mi lista de pendientes, cuántas cerámicas hay en el baño de la oficina. No lo cuento todo, y tampoco responde a una regla estable, pero regularmente me sorprendo con el "uno, dos, tres..." en cualquier lugar y circunstancia (menos en ésa, hasta ahora!!)

4. Eliminar: Yo creo que va íntimamente ligada a mi manía por el orden pero está tan arraigada que merece ir en un punto aparte. A diferencia de amigas mías que guardan todos sus recuerdos, ropa-por-si-se-usa-de-nuevo, revistas y todo de todo, yo arrasaso cual tifón cada cierto tiempo. Los calcetines no se surcen, la ropa no se repara, lo que no se usó el año pasado ya no sirve, lo que no se leyó en el último semestre ya es pasado, y así voy llenando muchas bolsas con lo que encuentro en clósets, cajoneras, baúles y libreros. Muchas veces Richo ha bromeado diciendo "cuando le dan sus ataques de limpieza, mejor arranco; no vaya a quedar yo mismo dentro de sus bolsas de basura". Eso sí, nada, nada va a la basura literalmente. Todo queda con nuevo dueño o destino. Los más agradecidos con estas incursiones son: el jardín infantil de la Fernanda, que queda completamente aperado de juguetes, ropa para disfraces, útiles para manualidades y máquinas para desarmar y trajinar; la Daniela, que queda con cajas y cajas de cosas para vender o permutar en la Feria de las Pulgas de su colegio; todas las instituiciones que reciclan algún material (vidrio, papel de diario, papel blanco, botellas plásticas, cajas tetra pack, latas de bebida son debidamente clasificadas y depositadas en sus contenedores correspondientes, que, obviamente, conozco de memoria) y, por supuesto, yo. Después de cada "ataque" quedo en paz y tranquilidad. Como nueva.

5. Ser "María Ester": Este último hábito no sé si es muy exasperante, pero merece de todas maneras entrar en esta lista: No estoy totalmente vestida si no complemento mi atuendo con aros, collares, anillos, lo que sea. Tengo cofres llenos de joyas (no me crean millonaria, el 99% de ellas provienen de las ferias artesanales desde Coquimbo hasta Puerto Montt) y mi hija mayor, esposo, amigas y hasta yo misma estamos siempre surtiéndolo con nuevas adquisiciones. Yo no soy yo si no tengo un anillo entretenido, unos aros saltando, un lindo collar en el cuello. Puedo usar años el mismo anillo (como el de mi abuela, que casi nunca me saco, o el de matrimonio) o cambiar diariamente de cadenas, collares y aros. Considerando mi alma gitana, mis amigas me apodaron "maría ester", en honor a la ex Directora del Trabajo, María Ester Feres, quien se hizo famosa por sus entretenidas combinaciones y accesorios. Ídola.

La lista podría seguir casi interminablemente. Pero la dejo aquí, Por ahora.

jueves, diciembre 22, 2005

“Mi mamá es amiga del Viejito Pascuero”

Hace varios años celebrábamos la fiesta de fin de año de mi trabajo. Mucha piscina, bebidas helados, y mi hija Daniela (entonces de 6 años), lo estaba pasando realmente bien. Pero faltaba lo mejor: la llegada del Viejito Pascuero.

Hasta el día de hoy recordamos la cara de asombro de la Dani cuando el “Viejito” llega, me ve y me dice: “Pero Natita, preciosa, ¿cómo estás?” y me abraza cariñosamente. Acto seguido, me pregunta por mis abuelos, papás, tíos y hermana, todos por su nombre. ¡Conocía a toda mi familia! La pobre Dani miraba y abría más y más su boca en completa incredulidad: “Mi mamá es amiga del Viejito Pascuero”. Y, claro, de cierta forma era verdad. Este viejito era un gran amigo de mi abuelo, actor, periodista y mil cosas más, que además oficiaba de “Pascuero” en época Navideña.

Durante toda la fiesta, además de hacer su trabajo, trató con especial afecto a mi hija, que no cabía en sí de dicha. Al despedirse, nuevamente nos abrazó, envió saludos y prometió visita a nuestra casa. Creo que no faltó amigo al que Daniela no le contara el suceso y puedo apostar que ni recuerda qué regalos recibió esa Navidad. Pero su mamá era amiga del Viejo Pascuero. No podía haber nada mejor que eso.

martes, diciembre 13, 2005

Mi otro tata

Qué ironía que el último post en mi blog haya sido sobre mi tata Hugo. Y que ahora esté escribiendo sobre mi otro tata, mi tata César. Hace una semana finalmente se dejó llevar, no se resistió más, y se fue. Era el último abuelito que quedaba vivo y mi padrino de bautizo. Hace muy poco había cumplido 90 años. Hoy, mientras hacía la tarjeta del regalo para mi papá me di cuenta que por primera vez no habrán confusiones en la entrega de presentes: ahora habrá sólo un tata César (mi papi). Y habrá un puesto menos en la mesa de mis papás en Nochebuena. Y una vela más cerca del árbol, donde prenderé una por cada ser querido que se ha ido. Yo sé que estaba cansado y muy enfermo, pero es la ausencia de lo cotidiano donde se más se lo extrañaré.

martes, noviembre 15, 2005

Cuando era niña...

Me encanta recordar la sensación de cuando era niña y todo era nuevo, cuando mi capacidad de asombro estaba tan estimulada que cualquier cosa era posible y no había mucho límite entre la fantasía y la realidad. Debo haber tenido como cinco años cuando vi a mi abuelita lavándose los dientes. Con toda naturalidad ella se sacó su prótesis y la escobilló para volver a ponérsela. Estuve toda esa tarde tratando de encontrar la manera en la que podía sacarme también mi dentadura, pensando cómo nunca me había dado cuenta que los dientes se sacaban y así era más fácil lavárselos. ¡Qué tonta!, diría ahora mi hija. ¡Qué exquisita inocencia!, pienso yo.
Hasta los 10 años viví junto a mis papás y hermana en la casa de mis abuelos maternos, y todos mis recuerdos están marcados por la maravillosa personalidad de abuelo Hugo. No sé si a todos les pasará lo mismo, pero para mí era normal que mi abuelo fuera un brujo chilote que todas las semanas salía a volar a sus aquelarres. Me contaba cómo el imbuche custodiaba sus reuniones, cómo a veces viajaba en el caleuche y tenía largas conversaciones con la Pincoya y el Trauco. Él no me hablaba del viejo pascuero, pero hasta el día de hoy recuerdo cómo me enseñó los colores en mapudungún con las bolas de colores del árbol de Navidad. Fantasía y realidad estaban tan bien mezcladas en la vida de mi abuelo, un hijo de alemanes criado en el sur de Chile a principios del siglo XX, que todavía no tengo claro qué historias fueron realidad o cuales se las inventó. Así como contaba que fue nombrado cacique en el sur, pues les llevaba medicinas y compartía sus conocimientos de farmaceútico con las machis (verdad), nos mostraba cómo comía las moscas que atrapaba en el aire (espero que sea mentira). Solía pasear en la calle de su mano y él estimulaba mi imaginación contándome la historia del Alarife Gamboa y cómo perdió su ojo con una flecha araucana; o cómo detrás de un edificio habíamos descubierto la casa del hombre del saco. Fue el primer ecologista que conocí, cuando aún ni siquiera se inventaba la palabra ni el concepto, creo yo. Amaba la naturaleza, los animales, salir de excursión, juntar miles de plantas (llegó a tener el herbario particular más grande del mundo, que regaló a la Universidad en la que estudió y descubrió toda una familia de helechos, que llevan su apellido). Mi abuela contaba cómo él salía a subir cerros con sus alumnos y llegaba lleno de culebras y plantas.
En la casa tenía una oficina, que para mí era un paraíso. Junto a su eterna máquina de escribir Royal (que todavía conservo funcionando) había allí un montón de tesoros increíbles: un trozo de los antiguos tajamares, un pedazo de meteorito (que también guardo), manuscritos , fósiles, su lupa, fotos de su familia alemana, la oración de la Patagua (de la cual fue impulsor) y su goma líquida. Su enorme biblioteca era como un pasadizo secreto, un laberinto largo y oscuro con ese olor a libros antiguos y naftalina que me encanta y me recuerda a él.
En sus noventa años de vida hizo de todo: fue bombero, alcalde, historiador, explorador, químico, académico de la lengua, periodista, masón, numismático, filatelista, profesor de esperanto y botánica, dueño de botica, antropólogo, vivió una preciosa historia de amor con mi abuela y es el abuelo más increíble que pude tener. Disfrutó y aprovechó la vida a concho, y jamás lo vi perder su sencillez ni su chispa. Nunca lo escuché tratar mal a alguien, y siempre lo vi más bien como un niño, riéndose de sus errores. Mis últimos recuerdos de él son conversaciones preciosas de historia de Chile y cómo él jugaba y cantaba con mi hija Daniela. Cuando su cuerpo le dijo que no quería seguir, él seguía lúcido y trabajando. A los 97 años estaba en su cama, corrigiendo un estudio sobre el origen de alguna ciudad del sur de Chile. A diferencia de mi mamá o mi abuela, yo ni siquiera recuerdo esa fecha. Pero todavía celebro su cumpleaños. Y mi hija menor se llama Fernanda, por su segundo nombre y por no poder ponerle Huga. Mi tata Hugo me marcó profundamente y sé que mucho de lo que soy ahora es por él. Le debo mucho. Pero este homenaje es un buen comienzo.

viernes, octubre 07, 2005

Call Center

- Buenos días, centro médico.
- Hola, buenos días, necesito tomar una hora con el dentista.
- ¿Médico?
- No, dentista, odontólogo. ¿Tienes hora para hoy? ¿Para después de las 7 y media? No puedo antes y necesito que sea hoy.
- No, imposible, nosotros no atendemos después de las 7 y media.
- Pero tu página web dice que atienden hasta las 9... Bueno, lo más tarde que tienes es...
- Las 7:15
- Bien, dame a las 7:15
- ¿Nombre de paciente?
- Daniela
- ¿Edad?
- 11 años
- Ah, no, tenemos un problema, es muy chica y tiene que verla entonces un odontopediatra... Tengo hora con uno para el próximo viernes, a las 5 de la tarde...
- ¡Pero no puedo esperar hasta el viernes! Es una urgencia
- Ah, si es urgencia, le puedo dar hoy a las 4 de la tarde
- ¡Pero si te dije que no puedo antes de las 7 y media!...

¿Necesito agregar que la pobre Daniela finalmente no llegó al dentista y esta mañana botó solita el diente de leche que le quedaba y que le producía tanto dolor?
Sin comentarios.

miércoles, septiembre 28, 2005

Primavera de alma


Hace tiempo que no estaba tan "pa´dentro". Debo reconocer que influyó mucho el tema de Richo y el que no encontrara pega, la angustia, uno se aburre de decir siempre lo mismo y explicar una y otra vez todo, por lo que al final lo mejor es quedarse callada, ver a la menor cantidad de gente posible, no escribirle a nadie. Uno también se aburre de ver siempre el vaso medio lleno. Por último, si quiero "masoquearme", poder hacerlo tranquila. Y así pasó todo el otoño y el invierno.
Pero ahora como que todo llegó junto: la pega, la luz, los días más largos y templados, el color. No pretendo ir de "Frutillita" por la vida, pero nadie puede negar que ahora dan más ganas de hacer las cosas (increíblemente, recién hoy miércoles odié a muerte al despertador: generalmente lo detesto desde el mismo lunes). Y especialmente cuando lo veo a él feliz, satisfecho, orgulloso de lo que está haciendo.
Siempre he declarado que el otoño, con su melancolía y bajas temperaturas (¡¡odio por sobre todo el calor!!) es mi estación favorita. Pero esta primavera es especial. Es una primavera de corazón, se me descongeló el alma, se fue la pena. Y pretendo que dure mucho más que tres meses.